Trabajo en un call center y salgo después de las 11 de la noche. A esa hora el Metro está casi vacío y se siente muy inseguro. Una vez, en la estación Oceanía, un tipo me siguió desde el vagón hasta la salida. Intentó asaltarme con una navaja. Grité y corrí hacia el andén contrario. Nadie me ayudó, ni siquiera los policías. Desde entonces, evito el Metro a esa hora aunque me cueste más en taxi. Preferiría poder confiar en el transporte público, pero no me siento seguro."
Ismael Becerril Araujo
Lo peor fue cuando un hombre se pegó detrás de mí en hora pico, en la Línea 1. Sentí algo raro y cuando volteé vi que se estaba tocando. Quise moverme, pero no había espacio. Me sentí atrapada, con miedo, paralizada. Lloré en silencio. Nadie dijo nada. Me bajé en la siguiente estación y fui al módulo de atención, pero me dijeron que necesitaba pruebas. ¿Qué prueba das cuando solo quieres llegar a casa sin que te toquen? Desde entonces solo viajo en el vagón exclusivo para mujeres, pero también ahí he sentido miradas incómodas. Es agotador.
Alejandra Hernandez Flores
"Tuve un accidente y desde entonces me muevo en silla de ruedas. Ir al hospital en Metro es una odisea. Muchas estaciones no tienen elevador, o cuando lo tienen, no sirve. En Tacuba, por ejemplo, tuve que esperar a que dos jóvenes me ayudaran a cargar la silla por las escaleras. Es indignante depender de la buena voluntad cuando debería haber infraestructura. Me siento invisible. Cuando me acerco a pedir ayuda al personal del Metro, a veces ni me miran a la cara. Es como si viajar ya no fuera mi derecho.".
Reynaldo Peña Pacheco